Descripción: La economía comportamental es el estudio de cómo los factores psicológicos, sociales y emocionales influyen en las decisiones económicas de los individuos y las instituciones. A diferencia de la economía clásica, que asume que los agentes económicos son racionales y toman decisiones basadas en información completa y lógica, la economía comportamental reconoce que las decisiones a menudo se ven afectadas por sesgos cognitivos, emociones y contextos sociales. Esta disciplina combina elementos de la psicología y la economía para entender mejor cómo las personas realmente toman decisiones en situaciones de incertidumbre y riesgo. Entre sus características principales se encuentran el análisis de heurísticas, que son atajos mentales que las personas utilizan para simplificar la toma de decisiones, y el estudio de cómo las emociones pueden alterar la percepción del valor y el riesgo. La economía comportamental ha ganado relevancia en diversas áreas, incluyendo la política pública, el marketing y la gestión empresarial, ya que proporciona una visión más realista del comportamiento humano en el ámbito económico.
Historia: La economía comportamental comenzó a tomar forma en la década de 1970, con el trabajo de psicólogos como Daniel Kahneman y Amos Tversky, quienes exploraron cómo los sesgos cognitivos afectan la toma de decisiones. Su investigación culminó en la creación de la teoría de las perspectivas, que desafió la noción de racionalidad en la economía. Kahneman recibió el Premio Nobel de Economía en 2002 por sus contribuciones a esta disciplina, lo que consolidó su importancia en el campo económico.
Usos: La economía comportamental se utiliza en diversas áreas, como el diseño de políticas públicas, donde se aplican principios para fomentar comportamientos deseables, como el ahorro y la salud. También se emplea en marketing para entender cómo los consumidores toman decisiones y en finanzas para analizar el comportamiento de los inversores.
Ejemplos: Un ejemplo de economía comportamental en acción es el uso de ‘nudges’ o empujones, como la opción de ahorro automático en planes de pensiones, que ha demostrado aumentar significativamente las tasas de participación. Otro ejemplo es el uso de mensajes que resaltan la escasez de productos para incentivar compras rápidas.