Descripción: Una enana blanca es una estrella pequeña y densa que representa el remanente de una estrella de baja a media masa, que ha agotado la mayor parte de su combustible nuclear. Estas estrellas son el resultado de la evolución estelar, donde, tras agotar el hidrógeno en su núcleo, la estrella se expande y se convierte en una gigante roja. Posteriormente, las capas externas son expulsadas, dejando atrás un núcleo caliente y denso. Este núcleo, que puede tener una masa similar a la del Sol pero un volumen comparable al de la Tierra, se enfría lentamente a lo largo de miles de millones de años. Las enanas blancas están compuestas principalmente de carbono y oxígeno, y su temperatura superficial puede alcanzar hasta 100,000 grados Kelvin en sus primeras etapas. A medida que se enfrían, su luminosidad disminuye, convirtiéndose en objetos cada vez más oscuros. La existencia de enanas blancas es crucial para la comprensión de la evolución estelar y la química del universo, ya que son responsables de la producción de elementos pesados a través de procesos nucleares en sus etapas anteriores. Además, su estudio proporciona información sobre la historia y la estructura de las galaxias, así como sobre la naturaleza de la materia en condiciones extremas.
Historia: El concepto de enana blanca fue introducido por el astrónomo inglés William Herschel en 1783, aunque el término ‘enana blanca’ fue acuñado más tarde en 1921 por el astrónomo estadounidense Walter Adams. A lo largo del siglo XX, el estudio de estas estrellas se expandió, especialmente con el desarrollo de la astrofísica moderna y la espectroscopía, que permitió a los científicos analizar su composición y características. En 1914, se descubrió que las enanas blancas son el resultado de la evolución de estrellas similares al Sol, lo que llevó a una mejor comprensión de su ciclo de vida. En 1987, la observación de la supernova SN 1987A proporcionó más información sobre el papel de las enanas blancas en la evolución estelar y la nucleosíntesis.
