No hablamos de gérmenes ni de virus biológicos.
Nada que se pegue por la tos o venga con su PCR de regalo.
Hablamos de algo más escurridizo, las ideas que se te meten en la cabeza, no te sueltan, y encima hacen copias de sí mismas.
¿Qué es un memeplex?
Empecemos por el principio, un meme (en términos darwinianos, no de gatitos con frases) es una unidad de información cultural que se replica.
Puede ser una creencia, una moda, una receta, una canción pegajosa o esa frase que repites sin saber por qué.
Un memeplex, entonces, es un conjunto de memes que viajan juntos como una banda organizada, reforzándose unos a otros.
Como un ecosistema de ideas que vive en tu mente… pero no lo elegiste tú conscientemente.
Religiones, ideologías, modas, discursos motivacionales, corrientes de autoayuda, challenges de TikTok… todo eso son memeplexes.
Son como software que se autoejecuta cada vez que alguien menciona “libertad”, “despertar”, “la Matrix” o “tu verdadero yo”.
A eso, en el lenguaje de la memética, se le llama parásito mental.
Un conjunto de creencias, valores, frases y emociones que viven en ti… pero no siempre vinieron por invitación.
Y ni siquiera recuerdas el momento exacto en que las instalaste.
¿Por qué son parásitos mentales?
Porque se replican a través de ti.
Te usan como huésped. Te hacen repetirlos, defenderlos, compartirlos.
No siempre porque tengan sentido… sino porque han aprendido a sobrevivir en el entorno humano.
¿Ejemplo?
"Si no trabajas 14 horas al día, no eres emprendedor de verdad."
"La tierra es plana y la NASA lo oculta."
"Beber clorofila cura todo."
"Invertí en NFT de una rana con sombrero, ahora soy millonario… casi."
Son ideas que no necesitan ser ciertas para propagarse, solo ser emocionantes, fáciles de recordar o socialmente contagiosas.
¿Cómo se instalan?
Un parásito mental no necesita USB, ni instalar nada desde una página con pop-ups dudosos.
Solo necesita una grieta emocional. Y a partir de ahí, entra suave, como un anuncio de crema antiedad a las dos de la mañana.
¿Los ingredientes clave?
- Vulnerabilidad.
- Repetición.
- Y un envoltorio emocional con efecto wow.
El Packaging emocional, no viene con manual, pero lo reconocerás por frases como:
- “Tú no eres como los demás.”
- “Nosotros sabemos algo que los demás no.”
- “Ellos no lo entienden, pero tú sí.”
- “Este secreto fue censurado por científicos.”
(Lo estás oyendo con voz de gurú, ¿a que sí?)
¿Y cómo se defienden?
Una vez dentro, los memeplex suelen tener su propio antivirus:
Si lo criticas, es que “no estás listo para la verdad”.
Si lo abandonas, “estás traicionando tus valores”.
Si dudas, es que “has sido manipulado por el sistema”.
Son ideas inmunes al pensamiento crítico, reforzadas por la comunidad que las propaga. Para entenderlo, como una secta sin sede física… pero con grupo de WhatsApp.
¿Hay memeplexes buenos?
Sí, claro. No todo lo que se replica está aquí para freírte el cerebro.
Algunos memeplexes funcionan como antivirus mentales, promueven el pensamiento crítico, la empatía, la ciencia, el respeto, el cuidado del planeta o incluso lavarte las manos después de ir al baño (gracias, cultura memética).
El problema no es que se difundan.
El problema es cuando dejan de poder ser cuestionados.
Porque incluso las mejores ideas, si se blindan contra la crítica, pueden convertirse en pequeños totalitarismos con buen marketing.
La diferencia entre un meme que te inspira y uno que te domina está en una palabra, autoconciencia.
¿Puedes pensar sobre esa idea? ¿O solo puedes pensar desde ella?
Ahí está la línea.
¿Cómo saber si tienes uno alojado?
No necesitas una radiografía mental. Hazte estas preguntas:
¿Hay alguna idea que defiendes sin poder explicarla del todo?
¿Hay frases que repites aunque no sabes de dónde vienen?
¿Te pones a la defensiva si alguien cuestiona cierta creencia tuya?
Si respondiste que sí a una, puede que tengas compañía cerebral.
Si respondiste que sí a todas… probablemente no estás solo ahí dentro.
No pasa nada. Todos llevamos ideas que no elegimos del todo.
La clave es detectarlas antes de que se conviertan en el piloto automático de tu pensamiento.
Porque si una idea no puede ser examinada… tal vez no es una idea, sino un inquilino.
¿Y cómo se combate?
Con lo único que los memeplex temen:
Pensamiento crítico: no todo lo que suena bien es verdad, y no todo lo que molesta es falso. Haz preguntas incómodas. Incluso (sobre todo) a las ideas que más te gustan.
Autoconciencia: observa tus pensamientos como quien mira el timeline de otro. ¿Esto lo crees tú o te lo instalaron en una actualización sin aviso?
Lectura fuera de tu burbuja: sal de tu algoritmo. Si todo lo que lees confirma lo que ya piensas, no estás aprendiendo, estás repitiendo.
Aceptar que puedes estar equivocado: y que eso no te hace débil, sino libre. Las ideas flexibles sobreviven. Las rígidas… se rompen.
¿El objetivo? Que seas tú quien piensa tus ideas, no que tus ideas piensen por ti.
Total, ideas que piensan por ti
Un memeplex no es solo una moda. Es una estructura de ideas que sobrevive usándote como vehículo.
Y en la era de los algoritmos, las redes sociales y los gurús de crecimiento personal que te venden microdosis de ayahuasca por DM, conozco a más de uno… conviene revisar si lo que piensas lo elegiste tú o te lo instalaron por repetición.
Porque a veces, el virus no viene del exterior.
Está en la frase que compartiste ayer sin pensarla demasiado.
Como diría un tuit que no paras de ver aunque no sepas por qué
"La verdad importa menos si el parásito ya eligió por ti."
Preguntas Frecuentes
Sí.
Y si crees que tú no… probablemente ya estés bajo el efecto de uno.
Los memeplexes no necesitan tu permiso: se instalan cuando conectan con tus emociones, tus miedos o tu necesidad de pertenecer. Algunos son inocuos. Otros, no tanto.
No necesitan Wi-Fi ni Bluetooth. Solo:
Una idea pegajosa.
Gente emocionalmente disponible.
Un algoritmo que los impulse (hola redes sociales).
Un memeplex eficaz no solo se transmite, te convence de que tú lo descubriste solito.
Con dificultad, pero sí.
Requieren dosis regulares de:
Pensamiento crítico.
Lectura variada (fuera de tu burbuja).
Capacidad de decir: “Podría estar equivocado” sin colapsar emocionalmente.
Y sobre todo, hacer las paces con la incomodidad de no tener siempre la razón.